Por Estela Fuentes
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28 de junio de 2023
La primera vía es a través del nervio vago, que es el décimo par craneal y tiene una conexión directa entre el cerebro y el tracto gastrointestinal. A través del nervio vago, las señales pueden transmitirse en ambas direcciones, lo que permite una comunicación rápida entre el intestino y el cerebro. La segunda vía es la vía sistémica, que implica la liberación de hormonas, metabolitos y neurotransmisores producidos por la microbiota intestinal. Estas moléculas pueden ingresar a la circulación sanguínea y llegar al cerebro, donde pueden influir en la función cerebral y el estado de ánimo. La tercera vía es el sistema inmune, específicamente a través de la acción de las citocinas, que son proteínas liberadas por células del sistema inmunitario en respuesta a la presencia de microorganismos o inflamación. Estas citocinas pueden afectar la función cerebral y el comportamiento a través de su acción en el sistema nervioso central. La interacción entre la microbiota intestinal y el cerebro es un área activa de investigación y se ha sugerido que desequilibrios en esta comunicación pueden estar relacionados con diversos trastornos neuropsiquiátricos, como la depresión, la ansiedad y el autismo. Comprender mejor el eje intestino-cerebro puede tener implicaciones importantes para el desarrollo de nuevas estrategias terapéuticas en el campo de la salud mental y gastrointestinal. Efectivamente, el eje intestino-cerebro está compuesto por varios elementos interconectados, incluyendo la microbiota, el sistema nervioso entérico, el sistema nervioso autónomo, el sistema neuroendocrino, el sistema neuroinmune y el sistema nervioso central. El sistema nervioso entérico es una red compleja de neuronas que se encuentra en la pared del tracto gastrointestinal y es responsable de regular las funciones básicas del sistema digestivo, como la motilidad y la secreción de mucosa. Por otro lado, el nervio vago establece una conexión directa entre el cerebro y el intestino, permitiendo una comunicación bidireccional entre ambos. El sistema neuroendocrino también desempeña un papel importante en este eje, ya que las células neuroendocrinas presentes en el intestino pueden liberar hormonas y neurotransmisores que afectan tanto al sistema nervioso como al sistema inmunológico. Además, el sistema nervioso autónomo, que controla las funciones involuntarias del cuerpo, incluyendo las del tracto gastrointestinal, también está implicado en la comunicación entre el intestino y el cerebro. El sistema neuroinmune, que involucra la interacción entre el sistema nervioso y el sistema inmunológico, también desempeña un papel relevante en este eje. Las células del sistema inmunológico presentes en el intestino pueden liberar citocinas y otros mediadores que pueden afectar la función cerebral. Las alteraciones en la composición de la microbiota, conocidas como disbiosis, se han relacionado con diversas enfermedades y trastornos, incluyendo la encefalopatía hepática, la ansiedad, el autismo y el síndrome del intestino irritable. Estas alteraciones en la microbiota pueden afectar la motilidad gastrointestinal, las secreciones y la sensibilidad visceral, y a su vez, influir en la función de las células neuroendocrinas y del sistema inmunológico, lo que puede tener implicaciones en la manifestación de síntomas psiquiátricos. Además, estudios en modelos animales han demostrado que diferentes situaciones de estrés pueden alterar la composición de la microbiota, lo que sugiere una comunicación bidireccional en este eje. Es decir, la microbiota puede influir en el comportamiento humano, y a su vez, las alteraciones en el eje intestino-cerebro pueden afectar la composición de la microbiota. En resumen, el eje intestino-cerebro es un sistema complejo de comunicación bidireccional que involucra la microbiota, el sistema nervioso entérico, el sistema nervioso autónomo, el sistema neuroendocrino, el sistema neuroinmune y el sistema nervioso central. Las alteraciones en este eje se han asociado con diversas enfermedades y trastornos, y comprender mejor su funcionamiento puede tener implicaciones importantes para el diagnóstico y tratamiento de enfermedades tanto gastrointestinales como psiquiátricas.